Mejor que decir es hacer

Por Silvia Sánchez

Deus ex machina, la puesta de Santiago Gobernori, acaso sea una las experiencias más sensibles, poéticas y políticas de los últimos tiempos.

Ese padre obsesionado en inventar algo que los salve, ese hijo con pretensiones de actor, esa hija que hace tortas para sobrevivir y esa otra que se jacta de haber llegado -pese a su aparente bobera- a la recta final en la carrera de odontología. Esa familia de clase media venida a menos en un campo de Brandsen. La que soportó los abandonos de la política y siguió, la que para sobrevivir a la intemperie económica, se creyó a pie juntillas que en el parque cercano a la casa había un tesoro enterrado cada doce ombúes. Papá Bubi con su silla de ruedas y sus ganas de derrotar la historia. Alejandro, Verónica y Erica y ese legado paterno que dice que hay que seguir, que si no hay trabajo hay que inventarlo. Esos cuatro seres que pasan sus horas en un taller y que cuando nombran a Alfonsín, recuerdan las manos vacías. Esos que no tienen razón aparente para seguir, y sin embargo siempre siguen.

Deus ex machina, la obra de Santiago Gobernori que se presenta en el Teatro Sarmiento como parte del ciclo Biodrama, tiene méritos por donde se la mire.

Tiene el mérito de hablar de los abandonos. Y los abandonos son tantos a lo largo de una vida y de tan variados colores, que eso vuelve a la pieza un espejo reconocible para quien la mira. Abandonos de la clase dirigencial de este país, abandono de los que decían amarnos, abandonos de las ideas que no nos funcionaron. Tiene el mérito de ser sensible y la audacia de poner en boca de sus personajes frases tales como Vale la pena seguir, sin que por eso pierdan una pizca de vuelo poético. Tiene el mérito de la risa ante el fracaso. Tiene el coraje de incorporar a un quinto personaje que viene de la ciudad, y que funciona para recordarnos que a veces la civilización poco tiene de civilizada.

Gobernori se inspiró para este Biodrama en Otto Carlos Ángel, Bubi, un amigo de su abuelo que había conocido de chico, un inventor que a los golpes del país, respondió con tornillos e ideas. Una persistencia, que Gobernori capturó para llevar a escena y para hacer de ella, toda una declaración de principios.

Eduardo Iacono como Bubi, Matías Feldman como Fernando, Agustín Rittano como Alejandro, Elisa Carricajo como Erica y Mariana Chaud como Vero, le ponen el cuerpo a esas criaturas inspiradas en Bubi y en sus hijos. Con muy buenas actuaciones en general, Rittano y Chaud se lucen desde el inicio hasta el final de la obra.

En las tragedias griegas, el recurso del Dios surgido de la máquina (Deus ex machina) era utilizado cuando las situaciones no podían resolverse de modo natural, y era necesaria una fuerza divina que viniera a solucionar los problemas. Guiñándole un ojo a aquella poética, Gobernori pone en el personaje de Vero algo de aquella deidad reparadora. Porque Vero tiene un plan para que la familia pueda seguir: el padre y el hermano se dedicarán a tratar de poner en funcionamiento la máquina, ella ayudará a su hermana con las tortas y el catering par juntar dinero y el citadino, hará lo propio manejando un remisse trucho.
Un plan salvador que otra vez fracasa. Una historia que se repite y una declaración de principios por parte de Erica y los suyos, para cerrar la puesta: Aún así, vamos a seguir, esto es una rueda y hay que seguir, vamos a tener trabajo, vamos a poder. Lo dice casi de memoria, como una autómata. Pero a esta altura del partido ¿a quien le vamos a creer más? ¿A los que hablan lindo? ¿O a los que hacen?