Mujeres suicidas

Por Damián Faccini

Mujeres es un juego de contrastes que muestra al mismo tiempo un espejo de dos caras.

En “¿Estás ahí?” (multipremiada pieza del mismo autor que la presente) Javier Daulte planteaba, entre otros, la existencia de seres que podrían estar o no, pero que en definitiva aludían con su “presencia” al vacío y los problemas de comunicación que se dan entre los hombres.

“Mujeres” no escapa a ese planteo y al igual que la citada pieza, trabaja desde un esquema clásico (compuesto por dos personajes: sometido y sometida, fuerte y débil). En ese juego de contrastes nos muestra al mismo tiempo un espejo de dos caras donde los polos se invierten al igual que los finales.

Desde esa concepción el director presenta dos piezas cortas, separadas por un intervalo que en lugar de enfriar, actúa como puente entre una historia y otra. Así veremos a dos hermanas cuya simbiótica y enferma relación se basa en el morbo y el sufrimiento de una hacia la otra y viceversa, con un cadáver (al cual no vemos nunca) y un diálogo que nos contará la historia de cada personaje y definirá sus perfiles. En la otra pieza, también hay dos mujeres quienes en este caso esperan al “hombre de sus vidas” y muy a pesar de ellas mismas, descubren conforme avanza la historia, que son su mejor y única compañía.

La puesta materializa las historias con una economía de recursos algo chocante y si bien se agradece el empeño y los esfuerzos de cada componente humano y técnico al servicio de la obra, los mismos no alcanzan las expectativas. Otro de los inconvenientes radique quizá en que ambas piezas seleccionadas comparten un mismo núcleo, del cual se desprenden personajes muy similares en su estructura y discurso. Se agradecería la inversión de los papeles que ocupan las actrices en la primer pieza, respecto de la segunda con el objeto de arribar a un resultado lúdico, pretencioso y mucho más rico.