Mundo Teatral con Walter Bobbie

Por Axel Drimer

El director en Broadway de éxitos como Sweet Charity y Chicago -dirigida también por él en Argentina- cuenta sus aportes creativos en los musicales.

He estado muy ocupado adaptando y dirigiendo nuevos musicales

Walter Bobbie consolidó su carrera como director en Broadway con la reposición del musical Chicago, en 1996. Su último trabajo en esta avenida neoyorquina fue la dirección y adaptación de Sweet Charity, musical que se verá este año en la Argentina. Muy pronto, comenzará los ensayos del nuevo musical High Fidelity (cuyos productores son los mismos que realizaron Rent). Otro musical que dirigió y adaptó para Broadway fue Footloose (el cual recientemente fue estrenado en Londres). En sus comienzos, Bobbie tuvo una gran carrera actoral, participando de los elencos originales de Grease y Guys and Dolls, entre otros. Abocado ahora a su tarea de director se siente muy interesado en los procesos de creación para el desarrollo de nuevos musicales. Guarda muy buenos recuerdos de su visita a la Argentina, en el 2000, cuando viajó para dirigir Chicago. Destaca la capacidad de este público “para entender la esencia y la sexualidad que plantea Bob Fosse en sus musicales”.

¿Cómo fue la experiencia de Sweet Charity en Broadway?
Muy buena, considero que logramos un muy buen espectáculo. Yo no sólo trabajé como director, sino que también formé parte del proceso de adaptación del revival de esta obra, que Bob Fosse creó en 1966. Por otra parte, trabajar con Christina Apligate (la protagonista del musical y la hija en la sitcom norteamericana Casado con hijos) fue maravilloso; creo que interpretó muy bien el papel de Charity, que tiene mucha fuerza.
Tuvimos que adaptar el libreto, que es de la década del 60, porque no encajaba demasiado con la actualidad, tenía algunas complejidades: el original no era tan estructurado como el de otros musicales; era una pieza extraña, como entrecortada... una buena escena de Neil Simon y luego una canción, luego, otra escena y otra canción. No poseía una continuidad aceitada ni, a veces, una gran relación entre las canciones y el texto. Me reuní entonces con Neil Simon (libretista original) y Cy Coleman (compositor original) y logramos adaptarla de un modo más eficiente, ajustado, con una historia más simple y ágil. Hicimos algunos cambios buenos, por ejemplo, sacamos muchos chistes de época que no se adaptaban al presente y quitamos también ciertos comentarios sobre la mujer, que en esos tiempo no sonaban insensibles, pero ahora sí.
Creo que hicimos un muy buen trabajo, a pesar de que fue un proceso difícil: lamentablemente, Cy Coleman falleció dos semanas antes de empezar los ensayos. Veníamos trabajando intensamente desde hacía ocho meses y él, como gran genio, no escribía demasiado, todo estaba en su cabeza, porque además, tenía ganas de probar durante los ensayos, y lo perdimos. Luego, la protagonista se quebró el pie muy poco tiempo antes de que empezáramos la obra en Broadway. Tuvimos que buscar una reemplazante hasta que Christina volvió. La producción tuvo que superar muchas pruebas, por eso estoy orgulloso del resultado.
Y Christina estuvo fantástica. Aunque venía de la televisión tuvo la capacidad de entrenarse, inclusive cuando tuvo el accidente. Es una excelente comediante, es sexy, tiene mucho brillo y, como si esto fuera poco, fue una muy buena cabeza dentro de la compañía. Por todo eso es que recibió una nominación como mejor actriz en los premios Tony. ¡Es una lástima que haya tenido que estrenar con un yeso! Pero pocas semanas más tarde se recuperó totalmente y estuvo realmente fantástica. A la gente le gustó mucho el musical.

Esta no fue la primera obra que de Bob Fosee que adaptás...
No. Con Chicago realicé algo similar, en 1996. Readaptamos el guión y la puesta, que era del 70. Fue un espectáculo que me dio muchas satisfacciones; de hecho, sigue aún en cartel en Broadway. Por ella, obtuve un premio Tony como mejor director y la obra obtuvo otro como mejor revival de musical. Y también fue un gran éxito en diferentes ciudades del mundo.

¿Qué recordás de tu trabajo en la puesta de Chicago en Argentina?
Realmente me encantó. La producción fue muy buena, con intérpretes que tenían un muy buen nivel y muy abiertos. Encontré muy buenos actores y bailarines, creo que entendieron sin ninguna duda la sexualidad del show. Fue muy distinto a haberlo dirigido en Londres, por ejemplo, donde el manejo de la sensualidad es diferente. Fue mucho más difícil con actores ingleses ya que no se entregaban tanto al tipo de seducción que proponía la obra, que era fundamental. En Argentina eso se logró sin ningún esfuerzo. ¡Eran hot...! Los hombres y las mujeres. Me encantaba que todos lucieran diferente, no había un cliché o un sólo look en el escenario; cada uno era único y muy rico. ¡Me encantó Sandra Guida! Era una belleza; no podría haber estado mejor. Alejandra Radano también fue maravillosa. Tuvimos un elenco buenísimo: María Rosa Fugazot también estuvo divina, era realmente la “mamá” de todo el grupo. Fue una compañía excelente, en todos los niveles, yo podía apoyar mi trabajo en ellos. Desde el comienzo, sentí que también podía confiar en Florencia Borenstein, la company manager, porque podía hacerse cargo de todo lo que fuese necesario para la producción.
Todo el tiempo que pasé en el país me encantó, me sentí muy cómodo. Había escuchado lo bien que se la pasaba allí de gente como Rob Asford, por ejemplo, que ya había estado en Argentina. Buenos Aires es fantástica, es internacional, la gente es amigable, se halla muchísimo talento. No tuve ningún problema al hacer el casting; de hecho, llevamos a algunos actores argentinos a la producción mexicana. Me hubiese encantado trabajar más tiempo ahí y creo que entienden a Bob Fosse. Sus obras tienen cierta sensibilidad, una sensualidad y sexualidad, muy diferente a la de otros musicales. Aunque se realicen adaptaciones, todas sus obras mantienen esos factores y creo que en la Argentina se entiende muy bien ese tipo de sensibilidad.

¿Cuál será tu próxima participación en Broadway?
Será con High Fidelity, un musical basado en el film del mismo nombre, que se inspiró en la novela del famoso escritor inglés Nick Hornby. Se adaptó como un nuevo musical de Rock and Roll. Los productores son los mismos de Rent y Avenue Q. Lo empecé a desarrollar el año pasado. Ahora estamos tomando audiciones y planeamos empezar los ensayos en agosto. Primero se estrenará en Boston y luego en Broadway, seguramente en Diciembre.

¿Qué le contarías al público argentino sobre Footloose, otro de los musicales en los que estuviste involucrado?
Footloose se estrenó en Broadway, en 1999. Además de dirigirlo, nuevamente formé parte del proceso de creación del mismo, en la escritura del libreto. Fue un trabajo cuidadoso de adaptación de la película. Siempre había tenido el deseo de llevar Footloose al escenario. Y no fue fácil. Yo ya era amigo de Dean Pitchford, el guionista de la película y cuando nos sentamos juntos a escribir la versión teatral musical, nos encontramos con un problema: el film no es un musical aunque tenía varias canciones que fueron famosas en los 80; por ejemplo, Footloose, Let’s hear for the boy, Holding out for a hero, Almost paradise o I’m free. La película fue muy exitosa y su banda sonora muy popular en todo el mundo pero esos hits no eran cantados por los personajes de la película e incluso a veces no tenían que ver con la historia, estaban de fondo. Por eso fue un desafío encontrar la forma de incluir las canciones conocidas en un escenario, ponerlas en la voz de los personajes sin que se pierda la historia original.
Por ejemplo, Holding out for a hero en la película es una canción que suena de fondo. En el musical, la cantaban tres mujeres en un restaurant. A su vez, el libretista, junto al compositor Tom Snow, escribieron nuevas canciones más semejantes a las de un musical. Creo que logramos un muy buen producto y la evidencia de esto es que el show estuvo dos años en Broadway y luego de gira por Estados Unidos durante dos años más. Incluso las compañías o grupos teatrales de universidades, que ya se estaban cansados de hacer Grease, ahora hacen Footloose. También realizamos una exitosa gira por Inglaterra y hace un mes la estrenamos en Londres. Aparentemente va a ir a España y a Sudáfrica. Es que un musical con todos esos hits de los 80 es irresistible.

¿En qué otras producciones trabajaste estos últimos años?
En el 2005 desarrollamos un musical basado en la clásica película musical White Christmas, con Bing Crosby, Danny Kaye, Rosemary Clooney y una excelente música de Irving Berlin. La adaptación se hizo al estilo Broadway, con mucho tap, ascensores, niebla, nieve y trescientos vestuarios. ¡Fue maravillosa! El año pasado hicimos tres producciones diferentes en simultáneo, en San Francisco, Los Angeles y Boston. Fue una gran experiencia ensayar con cien actores a la vez para las tres puestas. Este año la llevaremos por diferentes ciudades de USA y de Inglaterra, inclusive a Londres, y es muy posible que llegue a Broadway. Por otra parte, en este momento estoy dirigiendo una obra de un famoso escritor norteamericano, David Ives, para el festival de verano Nueva York. Como se puede ver, desde Chicago hasta aquí hubo un gran camino: he estado muy ocupado adaptando y dirigiendo nuevos musicales... también obras (sin música) aunque a una escala menor.

Se ve que te involucrás bastante en el proceso de creación de musicales, además de la dirección. ¿Qué es lo que atrapa del mismo?
La dirección, en mi caso, es la conclusión inevitable de desarrollar un nuevo espectáculo. La idea de comenzar sentado en un cuarto con tres escritores talentosos (del libro, la música y las letras) para crear un show, para mí es fascinante. Me gusta ver crecer la producción, encontrar los caminos para poner una obra sobre el escenario. Cuando se trata de un musical nuevo, el proceso de colaboración con los escritores es tremendamente interesante. Ahora, que estoy trabajando en High fidelity, me encanta sentarme con David Linie Bear, que es un gran escritor, con Amanda Green y con Rock Tom Kun, el compositor. A mí me gustaba mucho la novela, habíamos hablando algo al respecto y teníamos ya algunas canciones: así empezó todo. Y ahora estamos con los últimos retoques de la creación.
También me gusta dirigir obras sin música, pero el musical es un género con más elementos, hay más factores para interactuar y esto a mí me encanta. En el caso de la obra (sin música) que estoy dirigiendo para el festival, el escritor escribió la pieza y yo quizá hago algunas acotaciones, pero el escritor es quien evalúa y toma las decisiones. Eso es dirigir una obra: es la voz de un autor que apunta a cierto problema; el director sólo le da la expresión a lo propuesto por el escritor. Al contrario, cuando se escribe un musical se cuenta con más áreas: todas trabajando en conjunto para un solo espectáculo. Primero, se piensa a nivel conceptual, luego evolucionan el libreto y las canciones -música y letras-. Más adelante, se evalúa la escenografía, se piensa cómo coreografiar y además cuándo y cómo cantar. Cada una de las áreas es fundamental. La escenografía en un musical, por ejemplo, es casi como otra parte de la escritura: es una metáfora visual del alma de la obra, cómo se mueve, por qué se mueve, es una parte de la historia a contar. Me encanta estar en medio de todas estas decisiones creativas.

¿Qué recuerdos tenés de tu época de actor?
Fui actor en Broadway durante veinticinco años, formé parte de elencos exitosos y me encantó. Inclusive, luego de haber empezado a dirigir, actué en el Encore de Bye bye birdie. A su vez, hace dos años formé parte del elenco de Polish Joke. Me gusta mucho actuar pero me di cuenta que el trabajo, aunque es muy profundo, no es tan amplio como el de un director. Aunque me gusta la actuación y es posible que vuelva a actuar, el desafío de dirigir es más llamativo para mí. Como actor, a nadie le importa lo que pensás sobre la posición de las luces, por ejemplo, porque no es tu tema, sólo importa lo que pensás sobre tu personaje. Y a mí me interesa tener ideas sobre la luz, el sonido, el vestuario, la pieza completa.

¿Cómo fue tu proceso de transición de la actuación a la dirección?
Fue divertido y extraño al mismo tiempo. Mientras actuaba, ya iba sintiendo que tenía ganas de dirigir y lo hacía a niveles pequeños. No había estudiado dirección en la universidad, pero siempre trataba de experimentar esta actividad. Y una pequeña experiencia inició este camino. En una ocasión, un amigo me dio una obra corta, graciosa, sobre tres mujeres que se juntan a almorzar. Decidí aprovechar la oportunidad y realicé una mini-práctica: fui a un teatro pequeño y planteé la posibilidad de presentar la obra durante cuatro domingos, junté un presupuesto de mil dólares pidiendo inversiones de 200 dólares a cinco amigos. Yo tenía 1000 dólares, pero preferí ponerme en la responsabilidad de tener inversores, aunque fueran amigos. Yo pensaba: “Si sé qué hacer con este presupuesto, sabré qué hacer con 10 millones”. Finalmente, mis amigos no recuperaron la totalidad de la inversión, pude devolverle 187 dólares a cada uno. Fui responsable de que todos perdieran 14 dólares. Esa fue mi primera experiencia, creada totalmente por mí. Paralelamente siempre mis amigos me pedían ayuda para preparar escenas para audiciones y yo los guiaba con eso. Hasta que, mientras era parte del elenco del revival de Guys and Dolls con Nathan Lane, logré una muy buena relación con el director, Jerry Zacks. Siempre conversábamos mucho sobre temas de dirección y un día me ofreció dirigir un pequeño show llamado A grand night for singing, una reseña de las canciones de Rogerds and Hammerstein. Por alguna razón, todos los críticos vinieron... ¡Y aseveraron que yo era un director! Ese primer show que dirigí fue pequeño, con sólo cinco actores en el escenario, pero tuvo mucha atención. Luego siguieron algunos trabajos también chicos hasta que me ofrecieron dirigir el primer show de Encores, musicales en concierto, que fue un éxito (ver recuadro). Más tarde me pidieron que sea el director artístico del ciclo completo, y allí obtuve mayor crédito profesional.

¿Cómo fueron esos tiempos de dirigir Encores?
Muy buenos. Recién empezaba este ciclo de musicales en concierto y me ofrecieron que dirija Fiorello. Me di cuenta que, como yo había trabajado en Broadway por veinticinco años, tenía los teléfonos de los más grandes, que eran mis amigos. Entonces pensé: “¡Voy a llamarlos a todos!”. Todos ellos me venían diciendo que yo tenía que dirigir. Por eso, cuando surgió la oportunidad los llamé y les dije: “¿Por qué no se vienen?” Y lo hicieron. Entre tantos, vinieron Patti Lupone y Bebe Newirth. Así, fui director artístico del ciclo durante tres años.

Cuando eras chico, ¿Te imaginabas trabajando en Broadway?
No se si lo tenía tan claro. Yo siempre estaba en los actos escolares, en los de la iglesia, me gustaba entretener a la gente. Recuerdo hasta mis actos de jardín de infantes. Pero la primera vez que vine a New York y vi un espectáculo en Broadway me di cuenta que eso era lo que quería hacer. Estaba en tercer año de la universidad. Y me siento bendecido, porque es muchísima la gente que viene a New York a tratar de hacer lo que yo hice. Volví recién egresado de la universidad e inmediatamente empecé a trabajar como actor y lo hice por veinticinco años.

¿Te fue fácil conseguir tus primeros trabajos?
Por suerte, empecé a actuar bastante rápido. A los seis meses de llegar, conseguí un reemplazo en Dames at sea, en el Off Broadway. Cuando vi la obra pensé: “Seguro que voy a llegar allí”. Así de naiv ... pero creo que siendo un poco naiv el resultado puede llegar. Golpeé la puerta trasera del teatro y le dije al que me atendió: “Van a pensar que estoy loco, pero llámenme para este show, no tiren la foto, no se van a arrepentir, tienen que llamarme”. ¡Y me llamaron! Es medio ridículo o riesgoso fomentar a los actores a que se comporten así, ni siquiera sé si lo recomiendo, pero por algún motivo a mi me llamaron. Antes de eso, tuve que trabajar de otras cosas, pero luego de conseguir ese papel no paré de trabajar como actor. No tuve que ganarme el dinero como mozo, por ejemplo, como hacen muchos actores que llegan a esta ciudad con el sueño de triunfar. En mis primeros dos años de actuación en Broadway actué en tres espectáculos. Algunos fueron terribles: el primero duró una noche, el segundo una semana, pero el tercero fue Grease.

¿Qué recordás de tu participación en ese musical tan trascendente?
Grease fue emocionante, éramos todos muy nuevos y no estábamos todavía en el negocio. No teníamos ni siquiera representante. Éramos jóvenes hambrientos, una pandilla... Aún sigo en contacto con muchos de ellos.

¿Qué consejo le darías a un argentino que sueña con triunfar en Broadway?
Que debe tener muchas ganas y estar convencido de que quiere hacer esto, porque no es fácil. No existe la fórmula mágica para triunfar. Lo que yo descubrí es que hay que estar preparado para cuando surja la oportunidad. Creo también que uno tiene que ingeniárselas para trabajar con gente capaz. Hay que aprovechar cada experiencia de trabajo con gente talentosa, aún si el espectáculo del que forma parte que no funcione. Y hay que estar seguro de las cosas. Yo tuve suerte, pero también tenía mucha seguridad. Fui a muchísimas audiciones; no tenía representante, pero realmente quería llegar. Insisto, hay que estar listo: levantarse temprano, estudiar, estar atento. Así, cuando surge una audición, se está preparado para hacerla, porque la competencia es intensa y difícil. No existe un camino seguro de búsqueda, pero no hay que venir acá y esperar a que las cosas sucedan. Lo mismo hice cuando intenté dirigir: a una escala muy pequeña, como conté, hice mi experiencia. No esperé a que alguien me llamara para empezar a dirigir. Y cuando finalmente tuve la oportunidad de algo más importante, estaba preparado.

Encores, una gran puerta para Walter Bobbie

El ciclo Encores comenzó en 1994, para la divulgación de antiguos musicales no tan escuchados en la actualidad, llevándolos al escenario del New York City Center, un prestigioso teatro de la ciudad, abocado a la difusión y producción cultural.
Los espectáculos del ciclo hacen foco en lo musical, presentando arreglos originales tocados por una orquesta numerosa. La puesta, la escenografía y los diálogos son reducidos y los actores cantan o actúan con el libreto en la mano. Se ensaya sólo durante una semana y se muestra al público sólo un fin de semana. Son tres los musicales que se estrenan por año, con esta modalidad de trabajo.

Walter Bobbie adaptó y dirigió para este ciclo la versión de Chicago, basándose en el musical que Bob Fosse realizó en 1975. La versión de Bobbie, como en todos los Encores, fue reducida sobre todo en diálogos, resultando bastante diferente a la original (incluso fue modificado el vestuario y la puesta en escena). Sin embargo, fue tan grande el éxito de público y de críticas que, casi con esas mismas características, Chicago se trasladó a Broadway ese mismo año, batiendo también allí éxitos de taquilla (de hecho, sigue actualmente en cartel). A su vez, se realizaron puestas similares en varias ciudades del mundo, entre ellas Buenos Aires.

Son muchos los profesionales de Broadway que aceptan realizar un Encore. Entre tantos, los más conocidos para muchos argentinos: Patti Lupone, Nathan Lane, Kattlen Marshal, Rob Ashford, Ann Reiking, Bebe Newirth y Clayton Phillips.
Para Walter Bobbie, la participación en Encore le dio un gran prestigio dentro de Broadway y así pudo consagrarse como uno de los directores más importantes del momento.