No habrá ninguna igual (Mar del Plata)

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Por Fabián D´Amico

Norma Aleandro vuelva a deslumbrar en la piel de María Callas.

Los versos del tango dicen que “no habrá ninguna igual, ninguna con su piel y ni con su voz”. Exactos para referirse tanto a María Callas como a Norma Aleandro. La reposición, luego de más de 15 años de su estreno en nuestro país, de Master Class es un regocijo para varios de nuestros sentidos. Buena música lírica, recuerdos de una gran diva del bell canto mundial y el placer de apreciar el talento sin igual de una actriz nacional aunque su arte excede cualquier límite geográfico

La obra de Terrence McNally tiene una arquitectura dramática tan simple como inteligente. Nace de tres clases magistrales que Callas dio una vez retirada de los escenarios y que el autor combina hábilmente es una estructura donde se mezcla la clase magistral- donde el público es parte activa de la misma- y los momentos más íntimos y dolorosos de la tormentosa vida de la cantante.

Con un egocentrismo casi siniestro, alta dosis de crueldad, humor ácido y frases que dan escalofríos, Callas hace subir al escenario de a uno, a tres alumnos que participan de su disertación. Hace de ellos los seres más miserables e insignificantes, demuestra que nadie está a su altura y nunca lo estarán. Nacen anécdotas sin sentido que interrumpe la performance de los cantantes y tornan la atención sobre ella. En ciertos momentos, el clima cambia de improviso y todo lo que la rodea desaparece y quedan sobre el escenario ella y sus infinitos dolores- su infancia pobre, su fealdad y gordura, la envidia de sus colegas, el amor hacia Onassis, su aborto, la pérdida de su voz-.

Agustín Allezo plasmó una puesta en escena austera, con escasos elementos escenográficos, una puesta de luz mínima y centró todo el peso en la marcación de la protagonista, sin descuidar el más mínimo detalle, creando escenas de una fuerza dramática y una simpleza plástica realmente inolvidables. La versión de la gira nacional, con una cámara negra, un piano y un pequeño atril, potencia la simpleza en donde con un escenarios a oscuras, tres focos-uno cenital y dos frontales- y el talento de Aleandro se logra conmover hasta las lágrimas a una sala colmada.

Adjetivar el talento de Norma Aleandro es una tarea ardua e innecesaria. Su labor es comparable con la de un artesano. Modela a su criatura desde lo más mínimos gestos y posturas, en un crescendo que culmina en una escena final antológica mientras que la Callas acompaña su actuación con su voz. Cientos de matices, un cuerpo que adopta miles de posturas, manos que literalmente vuelan, voz que se proyecta más allá de la platea. Una clase que muchas actrices que comparten la actual temporada marplatense con Aleandro no deberían dejar de tomar.

El elenco que acompaña a la protagonista ofrece excelentes voces (las sopranos Carolina Gómez, Lucila Gandolfo – gran crecimiento como cantante y actriz- y el aplaudido tenor Marcelo Gómez interpretando una de las más bellas arias de Tosca), junto con Hugo Argüello como el utilero y en el piano Santiago Rosso.

En una de las partes de la obra, la diva le dice a uno de los alumnos que todo evento artístico es una batalla en donde el público es el enemigo y el artista debe hacer que éste se rinda, que se ponga a sus pies. Frase que Norma Aleandro con su actuación hace realidad y que pone a sus pies a toda la audiencia marplatense que la ovaciona con merecidos aplausos y vivas.