No hay nada más lindo que la familia unida

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Por Fabián D´Amico

El león de invierno muestra las miserias que se esconden detrás del poder de manera divertida y mordaz. Logradas actuaciones protagónicas de Leonor Manso y Daniel Fanego.

Las fiestas navideñas son motivo de reunión familiar y en muchas ocasiones de conflictos, peleas, y pases de cuentas. Más aún si se trata de un encuentro que será el germen de la guerra de los cien años entre Inglaterra y Francia. Las navidades de 1183 reúnen a Enrique II de Inglaterra, la reina Leonor de Aquitania –presa hace 10 años por orden de su marido- y a sus tres hijos: Ricardo “Corazón de León”, Godofredo y Juan o mejor conocido como “Juan Sin Tierra”. El motivo de ese amable conclave es negociar quien de los hijos heredará a su padre. Junto a ellos Alix – amante del rey Enrique-y el hermanastro de ésta, Felipe II de Francia.

Tierras a heredar, doncellas a desposar, tratados a cumplir. Una serie de formalidades que ninguno de estos seres por demás siniestros quieren acatar. Padres enemistados por tierras, hermanos que pelean por un reinado, amantes tratadas como mercancías y jóvenes monarcas ambiciosos y un tanto ambiguos son la materia prima con la cual James Goldman plantea un juego teatral dinámico, plagado de giros inesperados, de situaciones que no terminan como empiezan y de personajes con más de una máscara para ocultar su verdadero rostro. Una pieza que, a pesar de las varias décadas desde su estreno, conserva una dramaturgia vigente en especial desde la óptica de la mujer dentro del poder en la corona británica y una mirada ingenua aunque mordaz de la homosexualidad. La adaptación de Mallorens y del Pino pone en boca de los protagonistas un léxico contemporáneo que agiliza la trama sin que el texto pierda rigor.

La fuerza de atención e interés de El león en invierno está puesta en la pareja protagónica central que en el cine inmortalizaran Peter O'Toole y Katharine Hepburn en 1968 y que en esta versión teatral recae en Daniel Fanego y Leonor Manso. Un dúo intenso, plagado de matices y de entonaciones cómplices y despiadadas, que juegan a la perfección las escenas pergeñadas por el autor y que el lucimiento de uno agiganta el desempeño de su compañero. Junto a ellos un elenco heterogéneo de jóvenes actores con cual Pompeyo Audivert no ha podido encontrar un equilibrio en cuanto a registros y marcaciones. El buen desempeño de Sergio Surraco, Manuel Fanego y Fabio Di Tomaso conviven con la inexpresiva actuación de María Alche y la errática declamatoria de Ignacio Rogers.

La dinámica puesta en escena de Audivert no tiene un correlato estético acorde a una producción de teatro comercial, donde una minimalista escenografía con objetos cubiertos con paños corroídos y un vestuario con un estilo de época apropiado pero con una realización amateur debilitan el anclaje de la trama en una de las coronas más ricas de todos los tiempos.

El león en invierno es un divertimento crítico y mordaz hacia los lazos familiares y el poder, con logradas actuaciones protagónicas que potencian el relato y brindan excelentes escenas con dosis exactas de humor y tensión.