No sé qué decir

Por Paola Rompato

La invitación a un juego.

El título sorprende. Pareciera que estamos a punto de presenciar una obra en la que al autor, paradójicamente, se le borraron las ideas. Sin embargo en “No sé qué decir” sucede todo lo contrario: se trata de “teatro musical improvisado”. Sí, es así: dramatización-música-improvisación, una combinación en la cual las ideas actorales y musicales tienen que fluir en el mismo instante en que la acción está sucediendo.

Esta nueva propuesta de Carlos Gianni -músico, compositor, docente, especialista en teatro musical para niños- invita al juego, a la interacción con el público y apuesta al desafío de utilizar en una obra para adultos los recursos que en las obras para chicos son naturales y espontáneos pero que, entre los mayores, parecen casi imposibles. No obstante, la creatividad y el profesionalismo de Gianni posibilitan la puesta en escena de un espectáculo para adultos pintado de todo el encanto que puede tener un espectáculo dirigido a la platea infantil.

En el escenario cinco actores/cantantes -Mariela Cantor, Virginia Kaufmann, Darío Levenson, Fabián Suigo y Javier Zain- y el mismo Gianni al piano, abren el juego con el público invitándolo a formar parte de este espectáculo en el que ellos “no saben qué decir”, razón por la cual necesitarán de su complicidad y participación para poder “sacar de adentro todo como va saliendo del corazón”.

Una presentación cantada, bailada, actuada pero no improvisada, explica el mecanismo de la obra en cuestión y luego comienzan a sucederse el resto de las escenas, que suman un total de quince. Ya la primera, llamada Textos Cantados, resulta fascinante: se pide al público que busque en sus pertenencias textos para leer y los actores reciben dos: una tarjeta de promoción de reparaciones en general para el hogar y una receta médica. Sólo con esos materiales, y casi como por arte de magia, los dos actores que quedaron en escena arman, cada uno por separado, situaciones diferentes para cada texto y luego se unen en una tercera dramatización en la cual combinan en un diálogo cantado los dos escritos recibidos. Todo esto acontece a modo de improvisación dramático-musical, en donde no sólo un texto es creado al instante sino que además, el mismo, se desarrolla a través de diferentes ritmos musicales.

Así transcurre todo el espectáculo: interacción con el público, improvisación de situaciones a partir del material que éste aporta, improvisación musical, en donde Gianni, cual director/improvisador, va cambiando de ritmos en las distintas circunstancias -incluso dentro de una misma escena- y así se pueden apreciar dramatizaciones musicales en estilo tango, folklore, pop, pieza romántica del siglo XIX y hasta una en estilo canto gregoriano. Todo ello adaptado perfectamente a cada momento de la escena y apoyado muy pocas veces con mínimos, pero ingeniosos, elementos de escenografía y vestuario.

La ductilidad con la que los actores/músicos se manejan en escena es digna de destacar. Puede verse que su tarea, la cual llevan adelante con la frescura y la diversión de un juego, está respaldada por un intenso trabajo de entrenamiento en improvisación teatral y musical, que posibilita que la comunicación entre ellos -imprescindible en un espectáculo de estas características- fluya con total naturalidad, permitiéndoles afrontar las disímiles situaciones dramáticas con entera soltura.

“No sé qué decir” se presenta de esta manera como un delicioso espectáculo, enmarcado de cuantiosas dosis de creatividad y trabajo profesional responsable, en donde Carlos Gianni y su equipo de cinco actores/cantantes, nos hacen un guiño de complicidad y nos invitan a ponerle palabras a este espontáneo y divertido juego de improvisar.