Ojos que no ven

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Por Fabián D´Amico

Un grotesco certero e inteligente con una puesta en escena precisa sostenida por un elenco sin fisuras. Brillante labor de Emiliano Dionisi como autor y director.

El grotesco es, luego del sainete, uno de los géneros teatrales fundantes del teatro nacional. El traspaso dela acciones risueñas y jocosas de los patios del conventillo a los interiores oscuros y opresores de los comedores familiares donde secretos bien guardados, rencillas entre parientes, intereses creados y tragedias en ciernes son los elementos que demarcan una dramaturgia particular.

Jacobo Lagsner con Esperando la Carroza y Roberto Cossa con La Nona son dos ejemplos de autores nacionales que prestigiaron esa práctica. En una época donde la hibridez de género es una moda, donde caminar por los bordes o límites de la experimentación es lo común en el teatro alternativo, encontrar dos jóvenes autores que decidan abordar una manera de escribir y montar una obra como Ojos que no ven es plausibe ya desde la idea de la propuesta.

Tomando como punto de partida el corto creado por Natalia Mateo, Emiliano Dionisi nos presenta una familia en apariencias normal que se prepara para celebrar la fiesta de navidad. Una mujer hiperactiva prepara todos los detalles mientras se queja del calor y de la madre ciega a su cargo. Uno a uno van llegando a esa casa hermanos, cuñados, nietos con comida y conflictos. La ceguera de la mater familia no impide que esta perciba cosas extrañas. Mientas se hace el momento para cenar, recuerdos salen a la luz, añoranzas de tener al abuelo junto a ellos en lugar de estar en el geriátrico (en realidad el abuelo acaba de morir y es uno de los tantos secretos ocultos) portarretratos sin fotos son acariciados por la abuela y un viejo perro moribundo se queja en el patio trasero mientras, en el comedor, suena música de Leo Dan en el Winco

Al sentarse a la mesa el clima tenso- y a la vez desopilante- se hace cada vez más insostenible hasta que un ser oculto para la abuela- una nieta con la cual las relaciones no son buenas- no tolera más las indirectas, los reproches y el mal clima y comienza con una catarata de verdades sobre la familia que desata situaciones tan dramáticas como reideras hasta el trágico desenlace característico de este estilo teatral.

Una dramaturgia certera, madura, inteligente que se traslada a una puesta en escena precisa sostenida por un elenco si n fisuras. Mérito de Dionisi en todos los rubros y en la conducción de los actores que realizan actuaciones brillantes. Chela Cardala y María Rosa Frega son madre e hija tan insoportables como miméticas; el histerismo de Silvina Bosco como la melancolía de Mariano Mazzei son tan logrados como todos los demás integrantes de esta peculiar familia argentina.

Ojos que no ven nos pone frente a un espejo-deformado o no- de la mínima célula de la sociedad que es la familia. Un particular núcleo familiar sobre el cual se puede decir que la realidad supera cualquier ficción o hallarse ante un rechazo de pleno por el tratamiento irónico, burlón y descarnizado que Dionisi plantea sobre delicados momentos que se suponen serios. Lo que es imposible de negar es la movilización que provoca la pieza siempre y cuando el espectador se anime a formar parte del juego teatral y disfrutar de un grotesco con todas las letras.