Otra despedida

Por Rómulo Berruti

Parece ser un verano de ausencias. María Rosa Gallo, Carlos Gandolfo y ahora Aldo Braga.

Parece ser un verano de ausencias. María Rosa Gallo, Carlos Gandolfo y ahora Aldo Braga. Un infaltable de los elencos del San Martín y antes, en los comienzos, un picapedrero del teatro independiente. Con algo de serio y grave en su forma de trasmitir lo escénico, muy profesional, le iban bien los papeles donde la reflexión se impone sobre la emoción. "Los funcionarios oscuros y sospechosos, tal vez un poco kafkianos, se hicieron para mí", bromeaba en nuestras eternas charlas de café en la esquina de Santa Fe y Callao. Y algo de eso había. Alumno de la célebre Galina Tolmacheva y muy respetuoso del arte teatral, hizo en la sala oficial del Gobierno de la Ciudad muchos espectáculos. Se destacó en Esperando a Godot, de Beckett; La oscuridad de la razón, de Monti; Medida por medida, de Shakespeare; El señor Bergman y Dios, de Handke y en la escena final de Panorama desde el puente, de Miller. Pero su gran desafío fue Minetti, de Bernhard, en una sala periférica, labor que le mereció muy buenas críticas y varios premios. Prolijos aportes para televisión y cine completaron la trayectoria de Aldo Braga, un protestón de corazón tierno y fino humor: leyendo el suplemento deportivo de un diario italiano y tocando la tela importada de su excelente camisa, me dijo no hace mucho: "no consigo arrepentirme de haber derivado en chancho burgués..."