Para difundir, no para participar

Por Rómulo Berruti

El viernes hubo una reunión en un centro cultural de Suipacha y Córdoba para discutir el futuro del teatro en pleno crecimiento de la web. No pude asistir y lo siento, porque el tema es interesante.

El viernes hubo una reunión en un centro cultural de Suipacha y Córdoba para discutir el futuro del teatro en pleno crecimiento de la web. No pude asistir y lo siento, porque el tema es interesante. Lógicamente, lo primero que se plantea es si una nueva pantalla retendrá a la gente en su casa o en un locutorio, en lugar de sentarla en una platea. A mí me parece que este costado del asunto, aunque no figuraba en la síntesis de lo que se iba a discutir en ese encuentro, es fundamental. Cualquier otra consideración pasa a un segundo lugar. Cuando nació el cine, muchos firmaron el acta de defunción del teatro. Y cuando vieron que no moría, dijeron que era cuestión de tiempo. Entre tanto, con las rudimentarias cámaras fijas y sin ninguna imaginación, los primitivos se pusieron a filmar todo el teatro que podían. Con lo cual retrasaron el crecimiento de un idioma cinematográfico propiamente dicho. Cuando el cine se consolidó en industria, volvieron los responsos prematuros. Y el teatro siguió, cada vez más pujante: en la época de oro del cine norteamericano, mientras en Los Angeles salían películas como chorizos de la gran factoría para inundar el mundo entero, en otros lugares del país escribían teatro Tennessee Williams, Arthur Miller, William Saroyan, Clifford Odets y muchos más. La gente seguía yendo al teatro. Y no hablemos aquí, donde el teatro es casi una manía nacional. El arribo de la otra pantalla, la que se metió en casa, tampoco incidió para nada en la salud de la escena. Eso sí: se demostró poco idónea para contener al teatro, salvo algunas excepciones. Ahora bien, la web, se dirá, es otra cosa, porque es comunicación instantánea y por lo tanto, se puede mostrar una función en la pantalla de la PC. Es decir, que en directo, un espectáculo puede ser visto por millones. Sin duda, pero sólo verán teatro en serio los que estén en la sala. Los demás verán imágenes de una actuación sin el encanto que tiene el cine con su propio lenguaje y sin el contacto humano que genera el escenario. Y es probable que se aburran muy pronto. El teatro es un ritual de mutua aceptación que tiene como base del contrato la presencia física del oficiante, no su imagen convertida en bytes. Y necesita esa rara magia que se genera cuando de pronto alguien a quien puedo tocar, cuya respiración puedo percibir, me hace creer que ya no es un vecino de San Cristóbal sino el Príncipe de Dinamarca. ¿Teatro en la web? Para difundir, sí. Para participar, no.