Perdidos en la noche

Por Rómulo Berruti

La Cunill del San Martín, en general dedicada a teatro experimental, ha decidido por esta vez acunar al viejo costumbrismo.

La Cunill del San Martín, en general dedicada a teatro experimental, ha decidido por esta vez acunar al viejo costumbrismo. Estrenó Guachos, de Carlos Pais, una pieza breve cuyos contenidos remiten al formato del teatro por la identidad, que con tanto y tan desparejo material se ocupó de los hijos y nietos de desaparecidos. En tal situación se encuentra Patricia, una chica que alquila un departamento para vivir sola y encarar la catarsis de escribir sobre sus angustias. Pero recién mudada, se queda sin luz y busca un electricista por la zona. Llega Poyo, un casi marginal que vive debajo del puente y que no parece conocer mucho del tema. No importa, un amigo –tal vez verdadero electricista- hará la luz...o no.

La obra parte de una situación forzada para generar otras que se le parecen. Ni es factible que una señorita sola entable tan rápida confianza con un desconocido dejandolo practicamente instalado en su casa, ni que antes de la noche sean casi dos almas gemelas. Partiendo de esta voluminosa convención, el texto es rico en el armado de los diálogos (un fuerte de Pais), consigue condensar cierta ternura de a ratos y sobre todo sirve para el lucimiento de Manuel Callau, comodísimo en un papel a medida. Magela Zanotta, relajada y sin duda bien conducida por el director Manuel Iedvabni, lo secunda sin invadir zona pero capitalizando con buenos recursos la suya propia. Un accidente resuelto con gran pericia incorporó un plus muy eficaz en el final: la bombita que había que poner en el portalámparas estalló y Callau aflojó el cuello que quedó enrroscado como si fuera, ahora sí, un especialista. Como era una maniobra no excenta de riesgo, los aplausos se hicieron más fervorosos. Es buena la ambientación de Alberto Bellatti.-