Pocos le temen a Virginia Woolf

Por Rómulo Berruti

"¿Dónde está el lobo feroz?" con la musiquita de esa antigua canción infantil, George acosa y envuelve a su esposa Marta en la famosa obra de Edward Albee ¿Quién le teme a Virginia Woolf? sorpresivamente repuesta. Y aludimos a la sorpresa porque cuarenta y tantos años son muchos. Inclusive para un gran texto teatral.

El profesor universitario (George), su esposa hija del rector (Marta), el jóven y trepador colega de George (Nick) y su frágil mosquita muerta señora Honey pueden hundirse en el fango crapuloso que les armó el autor sin impresionar demasiado. La noche de Walpurgis que Albee soñó para esos cuatro decadentes y que Liz Taylor-Richard Burton -al menos tan bebedores como los personajes aunque parece que también de similar ferocidad en sus borracheras- llevaron al mundo entero a través del film, hoy tiende a fatigar un poco. En su momento, escandalizó por el lenguaje soez y la violencia íntima. Ahora, aunque Marta manosee los genitales del pelirrojo muchachito y su marido, más divertido que furioso, le grite !!!puta!!! nadie respinga en la platea. Más bien tienden a mirar el reloj. De todos modos, esta ceremonia cruel que culminará en un filicidio virtual conserva como valor la esencia de su gran dramaturgia. Jugando tan a fondo con los golpes más bajos, Albee consigue sin embargo eludir el tobogán del folletín. Tampoco, es cierto, se eleva hacia la cúspide de la tragedia. Se queda dignamente en el buen drama que de a ratos mira con envidia hacia Tenneesee Williams sin que vibre ni una nota de poesía negra.

La versión del director Luciano Suardi es buena, sobre una traducción muy profesional de Masllorens y del Pino. Buena, porque tiene vigor y trabajo sobre los actores. No muy buena, porque faltan climas. Como en su trabajo sobre Panorama desde el puente -donde igual que aquí se lucía Arturo Puig- cruje fuerte la cáscara, pero se escatima la pulpa que palpita dentro de la herida. Ellos están mucho mejor que ellas. Puig muestra el crescendo vengativo de George y Claudio Tolcachir, un excelente actor en un excelente momento, dibuja con inteligencia la sibilina ambición de Nick. Selva Alemán lucha como una fiera para trasmitir el dolor profundísimo que Marta nunca logra esconder dentro del bollo de cinismo que se ha inventado. Su registro de actriz no es ése, le van mejor las elegías que destilan tristeza que estos rugidos de leonera que tan bien le salían a Miryam de Urquijo, quien la estrenó allá por el 64, en la misma sala y con la misma Selva en la juvenil Honey. En cuanto a Eleonora Wexler, una intérprete dotada, no termina nunca de entrar en la obra y poco la ayuda, es cierto, el papel menos agradecido de esos cuatro jinetes del Apocalipsis.

Pero allí están de nuevo en Santa Fe y Libertad las dentelladas de ¿Quién le teme... Y con producción generosa, publicidad suficiente y una pareja interpretativa que como Liz-Burton, lo es también en la vida real. La gente irá, sin duda.