Recuerdos de mi infancia

in Listado general
Por Fabián D´Amico

Ay Amor divino propone una enunciación poética y divertida basada recuerdos de la vida de Mercedes Morán, compartidos con mujeres de su generación.

La autorreferencialidad es moneda corriente en el mundo del teatro, más aún a la hora de armar un unipersonal. Las grandes figuras de la escena internacional y vernácula (basta recordar las desopilantes anécdotas de China Zorrilla o las historias de vida y escenario en boca de una genial comediante como Ana María Campoy) utilizan ese recurso para generar una enunciación particular con su público. Las vivencias de quien relata son compartidas, ya sea por cuestión generacional o de afinidad, entre narrador y oyente. Esto ocurre con Ay Amor Divino, debut de Mercedes Morán en la autoría de un espectáculo donde su vida privada y afectos son expuestos de manera tan directa y frontal como amena y emotiva.

Varios rincones están dispuestos sobre el escenario de la sala mayor del teatro Maipo. Pequeños livings, muchos almohadones y algunos taburetes por donde la actriz-escritora va desnudando a su niña, adolescente, mujer y en menor medida a su actriz. Fotos familiares en formato fílmico habilitan el inicio de un sinfín de anécdotas propias, cuya proyección se palpa en el clima que se genera en la audiencia femenina. Como en los recitales de los cantantes famosos de las décadas de los 60 y 70, las señoras de mucho más de cuatro décadas responden con risas y aplausos a cada una de sus intervenciones cargadas de una pátina de nostalgia y de una dramaturgia tan poética como divertida.

Su infancia pueblerina, las casas de puertas abiertas, los amigos, primos, tíos y hermanos que conviven en un mundo de calor y armonía. La potestad de los niños sobre el pueblo mientras todos respetan la sagrada siesta y las dimensiones enormes a los ojos de los chicos, de un pequeño lugar perdido en el mundo pero que para ellos es enorme y plagado de aventuras. Esa primera parte de Ay Amor mio es tal vez lo más interesante del espectáculo y en donde Morán encuentra su máximo potencial como autora-interprete.

La actriz da vida a su madre, a su tía preferida, a su hermana y a ella misma de niña y con un solo movimiento de su neutro y funcional atuendo diseñado por Mónica Toschi le da una personalidad distinta a cada una de sus criaturas. Párrafo aparte merece la sinceridad como plantea la descarnada relación con su madre a lo largo del tiempo y como la religión y toda la carga de represión e imaginería que la misma trae consigo, hace mella en la vida de ambas. Mérito plausible del unipersonal es el tamiz de humor, por momentos ácido y negro, con el cual se resuelven varias de las situaciones traumáticas de la historia.

La niña, adolescente y joven ceden paso a una mujer adulta, separada tres veces, madre y abuela, en donde el despojo de su atuendo para cubrirse con un piloto y el ingreso de una pesada cama que se adueña del centro de la escena cambia el clima de la función, en donde el presente cercano y actual se torna más real o menos idealizado.

La afinidad conocida entre director- actriz se hace notoria en esta puesta. Claudio Tolcachir conoce a la perfección el instrumento al cual templar y logra que la soledad de Morán en escena no sea tal y que todos sus recuerdos se corporicen a la perfección y acompañen durante la representación, con el plus de mostrar la faz de comediante de la actriz, una faceta deliciosa y poco habitual en su repertorio teatral.

Ay Amor divino
es una obra de mujer para mujeres, donde todo el público- hombres incluidos- saldrá de la sala con una sonrisa cómplice por el hecho de haber revivido o recordado seres o situaciones de su infancia y en particular las mujeres podrán ver reflejada parte de su propia historia en voz y figura de una excelente actriz.