Repite, repite… que algo quedará (Haikus)

Por Damián Faccini

Patricio Contreras pone su mirada en un manifiesto vivido y entendido por todas las culturas y tiempos.

“Devolveme la plata que te presté” es la frase que se repite incansablemente durante toda la obra. Su protagonista es el fiel reflejo de un sector de la sociedad (o todos en mayor o menor medida) que se reclaman los unos a los otros por deudas que jamás cobrarán; por corralitos que nunca devolverán con intereses aquello que usurparon con creces.

Parado en el escenario, descalzo, solo, despojado de elementos escenográficos con excepción de una mesa que utilizará durante toda la obra como refugio, reclama frente al público una deuda que es sinónimo de dignidad. Dignidad que creyó recuperada luego de una vida destrozada y que el deudor en cuestión volvió a su estado original.

Su espacio es neutral porque representa todos los espacios en uno. Sus movimientos son por momentos mecánicos como la sociedad que peregrina en una marcha y afectados y ridiculos como la que se desliza encima de lujosos autos.

“Devolveme la plata… y otra vez, con un cambio en la voz preciso; con una modificación en la actitud y en el carácter, asistimos al paso del tiempo, al envejecimiento del personaje y a su espera inútil. El tiempo es uso horario y también es clima. La debacle del calentamiento global y sus terribles consecuencias inundan de sentido el monólogo de un desesperado que pareciera encontrar en la muerte y la desesperanza del resto del mundo, su esperanza y sentido de vida “al menos para cobrar la deuda”. El ferviente deseo por recuperar su dinero/dignidad lo mantendrá al igual que a las cucarachas inmune a todo y a todos. A todos menos a uno: deudor omnipotente quien continuará con su negativa eterna.

Patricio Contreras dirige su mirada y talento a través de una historia que quizá nos remita por momentos al “Made in Lanus” que diera uno de los personajes más queribles de nuestra escena. Martín Henderson se mueve holgado y natural en su personaje aunque por momentos sus reacciones y expresiones nos resulte algo forzadas. Es indudable sin embargo que pone su piel y algo más al servicio de la composición, transpirando, padeciendo e ironizando con su destino de histriónica manera.

El texto es un manifiesto vivido y entendido por todas las culturas y tiempos. Nadie puede ser ajeno a las palabras escupidas por el personaje. Mucho menos aquellos que en su butaca de espectador se hunden hasta casi desaparecer; entrecierran los ojos y sudan frío cuando el actor repite: “Devolveme la plata que te presté”.