Rusalka

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Por Fabián D´Amico

Cierre de temporada de BAL con excelencia vocal y musical dentro de una discutida versión

Buenos Aires Lírica estrena para cerrar su temporada 2015 una ópera nunca representada en Argentina. Rusalka, escrita en 1910 por Antonìn Dvořák con libreto de Jaroslav Kvapil, se centra en el cuento de La sirenita de Andersen adaptado a la cultura eslava.

Una ninfa de agua enamorada de un príncipe le pide a su tía hechicera que la convierta en humano para poder sentir ese amor terrenal. La bruja accede al pedido pero pone límites y condicionamientos a tal proeza. La joven perderá la voz y su amado la vida si llega a engañarla. Encuentros y desencuentros en los dos primeros actos culminan en un potente y conmovedor tercer acto. Con esos condimentos se crea un cuento de hadas con música impregnada de cierto aire wagneriano y muchas melodías de fuerza dramática impregnada por la frialdad del fraseo checo.

Uno de las características de BAL es innovar constantemente en las puestas en escena y en la adaptación de los argumentos a tiempos más cercanos a nuestra época. Basta solo mencionar la maravillosa versión modera de Don Giovanni o la puesta con estética cercana a Mouline Rouge en Romeo et Juliet. En Rusalka la puesta de Mercedes Marmorek no está a la altura de sus antecesoras.

El cambio de un escenario natural como lo es un bosque encantado de un cuento de hadas a un prostíbulo donde las ninfas advienen en prostitutas puede llegar a aceptarse en el paso de un presente no deseado a un futuro mejor. El escollo es transformar el habitad natural de origen de la obra ( el agua) a un espacio cerrado y opresor como el de la sala de citas, situación que no solo no se resuelve sino que genera muchos tiempos muertos en la acción dramática, con varios minutos de música sin que ocurra nada en escena. La escenografía de Luciana Fornasari y la iluminación de Alejandro Le Roux , ambas de alta calidad estética no aportan demasiado a esta transposición.

El valor principal de esta producción recae en la parte netamente musical. La orquesta-reducida en comparación con la exigencia original de la partitura- suena de manera excelente gracias a la enérgica y creativa batuta del maestro Carlos Vieu, quien distribuye de manera certera bronces y percusión en los palcos avance para poder aumentar la cantidad de músicos ubicados en el reducido foso del Teatro Avenida.

En cuanto a las voces, el trio protagónico femenino se destaca frente a los hombres de la propuesta. Sorprende Daniela Tabernig en el rol de Rusalka. Con un frio inicio interpretativo , apoyado en una descuidada imagen visual, la cantante y actriz crecen de manera notoria a lo largo de la función, alcanzando niveles de perfección dramática y vocal en el final de la obra. Junto a ella, en papeles menores como la bruja y la princesa que compite por el amor del principe, Elisabeth Canis y Marina Silva respectivamente, son meritoriamente aplaudidas a telón abierto en sus intervenciones. El elenco masculino (Eric Herrero, Homero Pérez-Miranda) acompaña de forma correcta a las verdaderas protagonistas de Rusalka.

El estreno de un opera en el país merece una atención particular y un acompañamiento masivo más allá de las reservas planteadas. Esto es lo que debe suceder con Rusalka, un cierre de temporada con excelencia vocal y musical dentro de una discutida versión.