Secretos en el costurero

Por Rómulo Berruti

Imparable, Patricia Suárez sigue estrenando, además de reponer Rudolf, ahora en la sala de Patricia Palmer, El taller del ángel, El tapadito.

Imparable, Patricia Suárez sigue estrenando, además de reponer Rudolf, ahora en la sala de Patricia Palmer El taller del ángel. Y sigue también buscando tema en las aristas más duras de la inmigración, aquellas que demarcan no ya la pobreza sino el horror de la violencia. El tapadito es la semblanza de dos mujeres alemanas a mediados de las cincuenta. Una es modista en San Fernando y la otra la esposa-víctima de un prófugo nazi, que en vano disimulará el orígen de los moretones que muestra detrás del biombo. Vera pide un tapadito para escapar a su tierra y alejarse -como la Elena de Valhala, otra obra de Suárez- del torturador. Leni se lo coserá, pero también deberá brindarle otra clase de ayuda para esa fuga. Entre las dos se alza la sombra de una historia terrible. La pieza dura una hora y no necesita más, porque es el desenlace de un drama, no su desarrollo. Es como si oyeramos el último capítulo de un largo radioteatro. Por lo mismo, porque no hay crescendo y el final constituye el todo, las criaturas de Suárez necesitan establecer un vínculo sólido en escena. Es tanto lo que las une de manera subterránea que se hace perentorio vivir con ellas el remate.
Hugo Urquijo no consiguió ese vínculo. Los trabajos de Silvia Baylé (Leni) y Marcela Ferradás (Vera) son buenos, las dos buscan -tal vez seguirán buscando todavía- la raíz de sus respectivos conflictos personales para condensarlo en el trabajo conjunto, pero no se las vé conectadas. Esto se hace más notorio en el caso de la primera porque es la que tiene más texto y además es la que se muestra como timonel de la situación. Es probable que esta sea una mirada demasiado fina sobre un espectáculo que tiene fibra y que fue muy bien recibido por el público. Pero una versión más cálida y de pasiones recíprocas hubiera beneficiado a El tapadito, de todos modos un título menor de Patricia Suárez. Despojada y creíble, la escenografía de Alicia Leloutre. En el Teatro del Pueblo.-