Sexo, violencia y muerte: Sarah Kane en estado puro

Por Rómulo Berruti

Después de Crave y 4.48 Psicosis llega Aniquilados, un teatro de singular dureza. (El portón de Sánchez).

Leonor Manso -que sacudió las tripas con la despiadada 4.48 Psicosis- vuelve a Sarah Kane pero como directora. Esta vez recurrió a Aniquilados, otro texto de la autora británica que potenció su fuerte incidencia mundial cuando se mató a los 28 años. La obra no se distrae en discursos ni se refugia en disquisiciones intelectuales. Es directa, cruel, muy cruda en exhibición de los costados más oscuros de la condición humana. Como si nos fuera dado espiar a través de una hendija, asistimos a la cita entre un hombre de mediana edad y una chica joven en una habitación de hotel. Nada es en principio francamente anormal, pero tampoco del todo común. Sabemos desde la primera escena que el amor no ha sido invitado y que el sexo será más una compulsión que un deseo compartido. Todos los movimientos de Ian denotan nerviosismo, miedo y violencia. Bebe y fuma sin parar, habla también sin parar. Se habla a sí mismo mientras parece dirigirse a Cate, pero no se escucha porque lo que dice lo espanta. Ella es un ave enredada en un alambre de púas, si se queda quieta muere y si se agita para fugar, también. La obra plantea de entrada una relación enferma de dependencia, un pacto viscoso entre dos desesperados. Todo lo que harán entre esas cuatro paredes será hecho para agredir. La genitalidad perentoria y rudimentariamente satisfecha es el código exacto de esa unión cómplice en el desprecio y el odio. Pero a la vez son seres de extrema fragilidad, tan poca cosa se sienten que no se asumen ni como víctimas ni como victimarios. El es un service, una rata de la intriga y la delación. Ella no puede ni siquiera ostentar un rango de similar vileza. Un pacto suicida parece factible. Pero la autora tenía otros planes. Inventó un estallido de violencia y degradación afuera, con explosiones, tropas y masacre. Ya no hay fuga hacia el otro lado del espejo, porque lo individual se volvió colectivo. Todos aniquilados hasta la última gota de vida, hasta el último destello de autoestima. Sarah Kane en estado puro.

La puesta de Leonor Manso es de gran calidad y profunda captación del texto. Empapada de la pulsión de muerte de Kane en cada función de su estremecedora 4.48… se exorciza de alguna manera manejando ahora esa masa de angustia como directora. Minuciosa y muy clara en las dos zonas que dividen la pieza, establece un vínculo intenso entre Patricio Contreras y Belén Blanco cuando son ellos los habitantes únicos de ese mundo. Ambos están notablemente bien, Contreras tal vez en su más impresionante trabajo teatral hasta hoy, Belén jugada con gran entrega siempre, inclusive en los momentos más riesgosos y obscenos de su personaje. La imagen se modifica después cuando ella desaparece y entra el soldado. Ya no vemos el ventanal a la calle, todo es penumbra en el fondo y el ambiente es ahora un campo de batalla con la cama convertida en barricada y las rosas rojas en coágulos de sangre. Hay aquí un descenso en la excelencia interpretativa porque Fabio Di Tomaso va de menor a mayor y se incorpora a una atmósfera muy fuerte ya establecida. Después alcanza lo que se requiere de él.

Aniquilados es un muy buen espectáculo, donde merecen destacarse la selección musical y el diseño sonoro de Gabriel Barredo, como asimismo la ambientación escenográfica de Agustín Garbellotto.