Solidarios o solitarios

Por Rómulo Berruti

Comentario de la obra Tute Cabrero realizado por Rómulo Berruti.

Solidaire o solitaire, la célebre opción moral de Albert Camus resuena de nuevo ante la resurrección de Tute Cabrero, el guión televisivo de Tito Cossa que hace cuatro décadas llevó al cine Juan José Jusid y años después el autor convirtió en obra teatral. Este último texto -en el 81 lo estrenó el director Raúl Serrano- puede verse ahora en Teatro del Pueblo.

El tema es simple: tres dibujantes técnicos de edades distintas y equidistantes deben decidir, ante un reajuste empresarial, quién se va, si no hay voluntario, decide el patrón. Ahora que estamos disfrutando el reciente estreno de La corporación, excelente película de Costa-Gavras donde su protagonista desocupado decide dar muerte a quienes compiten con él en un posible nuevo empleo, se vislumbra con claridad la vigencia notable de esta historia. Sosa, el mayor está casi ciego. Carlos, el encargado, es un hombre todavía jóven y eficiente. Sergio, el menor, tiene apenas un año en esa oficina. Tute cabrero. O la gata parida. ¿Quién se sacrifica?

El mundo de Cossa es siempre alegórico y en los conflictos mostrados subyace una metáfora. Tute... no es la excepción y la conducta hipócrita del trío, su atavismo de supervivencia (la pulsión más perdonable) e inclusive los rencores y desprecios escondidos quedarán súbitamente a la vista cuando pende la espada de Damócles. Caen las máscaras sociales y emerge la fiera. Síntesis y notable factura escénica, grandes virtudes cossianas, apuntalan esta pieza breve que nació como televisión, se concretó como cine y sobrevivió como teatro. La versión de Jorge Graciosi se beneficia con los climas tensos e intimistas, pero vacila y se vuelve desprolija en la secuencia de la fiesta, mal resuelta y poco creíble. Vuelve a crecer sobre el final cuando la notable interpretación de Jorge Rivera López se trasmite a los otros dos protagónicos. Están bien muy ambos, Aldo Pastur y Mariano Campetella. De las mujeres, la sobria y socarrona sabiduría de Elena Petraglia se impone sobre la borrosa actuación de Stella Maris Closas y la bastante excedida de Florencia Cassini. Pero conviene volver sobre Rivera López porque trabajó la angustia creciente de Sosa con enorme profesionalismo y sin duda supo aprovechar las minucias de Pepe Soriano en el film de Jusid para usarlas con caligrafía propia.-