Tiper tap

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Por Fabián D´Amico

Mezcla de melodrama musical de época y un relato policial con destacado elenco femenino.

Una oficina, cinco escritorios y demás insumos mercantiles. Lo peculiar es que en lugar de haber computadoras hay viejas maquinas de escribir. Cuando el recinto empieza a poblarse de empleados, el vestuario y los peinados de las trabajadoras delatan una época pasada. Cinco mujeres ocupan sus lugares y un empleado varón empieza a impartir órdenes que ellas, por ser del género femenino, no pueden desobedecer y deben acatar con sumisión.

Las empleadas, en los pocos minutos libres entre copias y copias, deciden sindicalizarse en pos de la defensa de sus derechos, anhelando el día en que puedan elegir a sus gobernantes. La historia de amor entre una de las chicas y el “capataz” enturbia la situación, pero un número musical donde proclaman sus derechos con coreografías dinámicas pone fin a la trama. Apagón y saludo final. La audiencia es testigo de una representación teatral, es decir, teatro dentro del teatro. Lo particular de esta función es que una de las chicas aparece con sentada en un silla con un abrecartas insertado en su corazón.

A partir de ese momento, y con la intervención del guardia de seguridad del lugar decidido a esclarecer el crimen, todo se torna un tanto confuso en Tiper Tap. La mezcla de los tiempos sin que los actores cambien de inflexión o postura para diferenciar el pasado y el presente y los avances y retrocesos en la representación requeridos por el seguridad para averiguar quien es el responsable del asesinato requiere la atención total de los espectadores y deja un tanto de lado muchos elementos valiosos de la propuesta, como es la pintura de una época, de una disciplina en desuso como lo es la mecanografía y una historia de amor contada con todos los clichés de la época de blanco y negro del cine nacional.

Natacha Córdoba, como dramaturga, utiliza a una narración fracturada y recurre al asesinato para darle una vuelta de tuerca sorpresiva a la historia política de país en los años 40, la opresión laboral y la historia de amor del inicio de la representación. Una precisa dirección de actores, que recrea las entonaciones y gestos encorsetados propios del cine argentino de antaño, y una puesta en escena dinámica con un ensamble preciso entre texto y canciones son rubros destacados dentro de Tiper Tap.

Un elenco femenino homogéneo con buenas actrices integrales en canto, interpretación y baile, y un destacado Emiliano Samar como el encargado de seguridad, dan vida a las protagonistas de este melodrama musical.

Tiper tap es una propuesta que juega constantemente con los límites de la previsibilidad que establecen los géneros en cuanto a la narración y la que encuentra en las actuaciones un sostén indiscutido.