Tosco, desagradeble y sin gracia

Por Rómulo Berruti

El grupo Carne de Crítica no tuvo una idea afortunada cuando decidió exhumar la obra teatral de Pacho O¨Donnell Lo frío y lo caliente para sustentar su nuevo espectáculo.

El grupo Carne de Crítica no tuvo una idea afortunada cuando decidió exhumar la obra teatral de Pacho O¨Donnell Lo frío y lo caliente para sustentar su nuevo espectáculo. La culpa no es del texto, sobre el cual galopó el tiempo haciendole perder una porción de su impacto original pero sin dañar una muy buena idea. Las hipocresías de una madre y su hija en torno a la prostitución de esta última –cuyos beneficios pecuniarios son aceptados mientras se tapa con agustia la promiscuidad que los genera- sirven para ir tirando del hilo y descubrir cómo el espinel se llena de miserias cotidianas. Un tema nada nuevo pero al cual el autor dotó de cierta iluminada malignidad. Claudio Pazos y Francisco Pesqueira, especialistas reconocidos en el trazo grueso, siguiendo una descuidada puesta de Carlo Argento, transformaron el escenario del Teatro de la Comedia en una sucesión tosca y desagradable de excesos que degradan no sólo la pieza sino también el recurso del travestismo que tantas lecciones de ingenio y sutileza supo brindar como capital propio, desde los ya remotos –y añorados- tiempos de Orquesta de señoritas en la deliciosa visión de Jorge Petraglia. Disfraces burdos, gritos disonantes y pataleos ruidosos que no pueden refugiarse en la coartada del grotesco deliberado vuelven incómodo el devenir de la propuesta. Y hasta le agregan la sensación térmica de ser más extensa de lo que realmente es. Sin ideas valiosas y sobre todo sin el más mínimo acatamiento al buen gusto, esta versión de Lo frío y lo caliente impresiona como un mamarracho teatral poco perdonable. Sería bueno que los autores de trayectoria y con obras reconocidas, fueran menos generosos al autorizar nuevas corporizaciones. No sólo para proteger legítimamente su patrimonio intelectual sino también para que quienes se propongan sacar cualquier conejo destinado a “sorprender” al público, utilicen sus propias galeras y no las ajenas.
En ocasiones, este vale todo que suma títulos a la cartelera porteña en el mismo tipo de letra y con el mismo espacio que los esfuerzos valiosos, suele remitir –acaso como justificación- a la genética del Parakultural. Pero el genial Batato Barea se moriría de nuevo y muy a gusto se viera algunas de las cosas que se perpretan en su memoria.