Un excelente varieté

Por Rómulo Berruti

Los puristas del idioma corrigirán poniendo “una” varieté, pero aquí siempre fue masculino el artículo para ese desfile de cuadros entre revisteriles y circenses, a veces lujosos y otras pobretones.

Los puristas del idioma corrigirán poniendo “una” varieté, pero aquí siempre fue masculino el artículo para ese desfile de cuadros entre revisteriles y circenses, a veces lujosos y otras pobretones. Portadores de genes franceses y alemanes, tuvieron mucho éxito y con frecuencia bordeaban o asumían lo procaz. Alberto Félix Alberto, un creador muy personal, resucitó algo parecido en su Teatro del Sur y lo tituló Elma Mut en la bañera (cabaret) . El escenario vacío, cuyas tres paredes son puertas, irá poblándose de personajes fugaces que prácticamente sin palabras juegan situaciones eróticas de distinto voltaje con la excusa de un tierno punto de partida: una niña que ha perdido su gato. Recuperarlo significará recorrer un infierno nada aburrido. Casi siempre divertidas, a veces cómicas, estas escenas –en los prostíbulos francos o disimulados de los viejos tiempos se denominaban “cuadros vivos”-sintetizan historias compactadas al máximo. Apenas lo gestual muy acentuado para volver inquietante el contacto sexual, atrayente el vestuario y el maquillaje, burlona la sonrisa. Como en las postales pornográficas –también las evoca Kartum en La madonnita- que supieron correr luego en el proyector de diapositivas, cada aparición es como un golpe de luz. Una pose, una mueca obscena para el ojo de la cerradura. Esa parece ser la intención verdadera de Alberto al modelar este show: jugar con la caducidad del escándalo y a la vez con su temible resurrección. Corporizar las fantasías vergonzantes de casi todos como en un sueño que hubiera pasado por la despiadada mesa de edición. Lo llamó divertimento y eso es, precisamente, una maniobra como la que renace aquí con falsa inocencia cuando los chicos se espían los genitales. Se perciben más intenciones de entretener que de ventilar oxidados vínculos del tipo amo-esclavo, torturador-víctima, sádico-masoquista. El montaje es excelente, de gran dinamismo, fuerte coloratura, impacto certero y muchas ideas. Cada cuadro encierra un nudo creativo muy interesante –con alguna excepción, como el encuentro lascivo del cura y la reprimida- que se desata siempre en una resolución de mucha teatralidad. El equipo responde con ganas y oficio (virtudes no siempre simultáneas en el teatro que vemos) brindando un espectáculo. muy atractivo. Ellos son Gustavo Pardi, María Colleca, Daniel Tur, Cruz Miguel Aquino, Laura Cuffini, I.Sheng Huang, Bruna Sambataro, Guillermo Tassara y Eloísa Colussi.-