Un regreso muy festejado

Por Rómulo Berruti

Después de varios meses en la Cunill Cabanellas del San Martín, volvió Rancho, un espectáculo creado por Julio Chávez, Luz Palazón, Leandro Castello y Mercedes Scápola Morán.

Después de varios meses en la Cunill Cabanellas del San Martín, volvió Rancho, un espectáculo creado por Julio Chávez, Luz Palazón, Leandro Castello y Mercedes Scápola Morán, bajo dirección del primero. La sala Contemporánea del Cultural Recoleta estaba repleta de nuevos y reincidentes. La historia, de extremo minimalismo, es una caja de mago: encierra mucho más de lo que muestra por fuera. El hemipléjico Tulio y Susana, padre e hija, llegan del campo donde viven desde siempre al coqueto departamento de Clara, hermana de Tulio. Como animalitos silvestres, ocupan un dormitorio cuyas camas no tocan, se alumbran con una vela y mientras ella destila viejas humillaciones él come sin cesar salame y naranjas. Dos chacareros muy primitivos en Austria y Peña. La propuesta es abiertamente cómica en el tratamiento escénico y se nutre de contrastes que siempre funcionaron. Cuando entra en cuadro la dueña de casa, se precipita una catarata desopilante de reproches familiares. Pero hay más en las capas menos superficiales. Aunque la obra remata bien, es fácil deducir sabrosas continuaciones que el andamiaje propiciaría. Rancho, con sus 55 minutos, condensa una serie de situaciones remotas y presentes en base a una dramaturgia impecable, certera. El trabajo conjunto funciona como un cronómetro y las actuaciones sorprenden. Luz Palazón, en Clara, va graduando el ridículo desde la hipócrita ternura fraternal –que sólo es una coartada menor para exhibir lo que supuestamente logró- hasta la ejecución lisa y llana de quienes han invadido su santuario de pequeña arribista de clase media. Notable dibujo. Mercedes Scápola Morán es otro hallazgo en Susana, una paisanita de historieta trabajada con una paleta muy rica donde con frecuencia la altivez ofendida se quiebra en llanto. Con menos texto pero obligado a una composición difícil, brilla Leandro Castello en el arruinado Tulio. Julio Chávez terminó de pulir con minucia de orfebre este retablo tan seductor y lleno de sarcasmo. Si no la vió, no se la pierda.