Una dura y extensa fábula oriental

Por Rómulo Berruti

Tony Kushner, norteamericano, 48 años, es un autor amigo de los textos comprometidos y no siente ninguna obligación con la síntesis.

Tony Kushner, norteamericano, 48 años, es un autor amigo de los textos comprometidos y no siente ninguna obligación con la síntesis. Angeles en América (1994) ya era un discurso escénico muy duro y nada breve. Tal vez sea un intelectual que fluctúa entre el teatro y la narración o el guión de cine. En casa/en Kabul remite a la tragedia y la paradoja de Afganistán. A la tragedia, por obvias razones. A la paradoja, porque como es sabido Estados Unidos apoyó al régimen talibán cuando le era útil para su mesa de arena internacional. Luego, claro, lo arrasó o intentó hacerlo. La obra narra su historia a la manera de los cuentos orientales, con acotaciones ilustradas incluídas. Una mujer norteamericana –cuyo monólogo abre la pieza- ha desaparecido en Kabul. Se la supone asesinada, pero cuando su marido y su hija llegan a buscarla, se abre otra extraña e inquietante hipótesis: podría ser que como algunas cautivas de nuestros malones, se enamorara de un afgano y huyera con él. Reducida (¡) a tres horas y media, en su transcurso asistimos a una radiografía de ese pueblo, sus raíces y sus furias, pero también a la revelación de un Milton Celling –el esposo- alcohólico, proclive a las drogas duras, sobornador y egoísta. Un poco ingenuamente, el espejo de USA en particular y occidente en general. Una mujer de oriente se mezcla en este tejido de melodrama cinematográfico, actuando como bisagra entre ambos mundos. El espectáculo, que no puede sacarse de encima la obligada sujeción del espectador al texto, hace sentir su exagerada duración. Pero también revela otro trabajo notable del director Carlos Gandolfo. Con paciencia oriental, valga la analogía, cinceló un cuadro de enorme prolijidad, sorprendentemente fiel a la geografía evocada, con uso muy fluído de los lenguajes locales por parte de actores argentinos –hasta con traducción electrónica- y buenos trabajos. Una estupenda Elena Tasisto llena la primera hora dando -con soberbio manejo de los tonos y las intenciones- una lección sobre el país que visita y la apasiona. Luego diversos cuadros irán hilando este relato extraño, todos perfectos en su montaje y con actuaciones de primera con las de Alberto Segado (Ceiling) , Laura Novoa (su hija Priscilla), Marta Lubos (Mahala) una actriz siempre acertada que aquí vuelve a llenar el escenario con su intensidad, Horacio Peña -exacto, sutil, persuasivo en un afgano “ bueno”- y Claudio Tolcachir. Pero son destacables asimismo Sergio Oviedo, Ricardo Merkin y Pablo Razuk por sus tan creíbles composiciones. La ambientación que firman Florencia del Gener, Mariana del Gener y el mismo Gandolfo cumple –con la envolvente iluminación de Calmet y Morales, más la música de Pocho Lapouble- una función muy importante generando las atmósferas que la obra pide. En casa/en Kabul es teatro de alto nivel. Pero muchos de sus parlamentos eran sencillo material para más tijeras.