Una pasión xeneize

Por Silvia Sánchez

Venimos de muy lejos.

No es fácil llegar. Todo es alrededor demasiado oscuro, sobre todo si es de noche y llueve. Pero apenas uno divisa una luz –y se tranquiliza- las luces se multiplican, también los olores y las gentes.

Llegar al galpón del grupo Catalinas implica hacerse una pregunta casi obvia: perdón...¿el espectáculo es adentro o afuera?.

Adentro, ochenta y ocho vecinos devenidos actores representan bajo la dirección de Adhemar Bianchi, Venimos de muy lejos, una obra estrenada hace ya catorce años que indaga -sin ánimos de reconstrucción histórica pero si de homenaje- el fenómeno inmigratorio que a principios del pasado siglo tuvo lugar en nuestro país.

Alejandro, Alfonso, Analía, Susana, Pablo, Michel, Ilda, Elena, Víctor y tantos otros, son parte de esos ochenta y ocho actores que tienen entre cinco y setenta años. Son gordos, barbudos, pelirrojas, peludos, altos , bizcos. Las caras y los cuerpos de lo que los libros llaman creación colectiva. Hay históricos y hay nuevos. Muy distintos entre si y muy parecidos.

Con una pasión envidiable, el variadísimo elenco se pinta la cara, baila pasos de murga, actúa e inventa músicas.

Durante poco más de una hora, se ponen en la piel de ese aluvión que un día llegó a este país a hacer la América y se instaló en los conventillos en medio de huelgas y carnavales, miserias y esperanzas.

Pero lo que sucede adentro, difícilmente pueda explicarse sin lo que sucede afuera.

Afuera, un puestito ofrece choripanes, tartas para todos los gustos, tortas ricas y café frío. Todo es casero y a precios módicos. Cerquita, los bomberos voluntarios de La Boca cuidan los autos de los espectadores que poco tiene que ver con el lugar. Mas de uno incluso, ha olvidado que existía la palabra voluntario.
Otro puestito da muestras de cómo los tiempos cambian: varios premios y un merchandansig –también a precios módicos- que delata el itinerario de un puñado de vecinos que han llegado hasta las tapas de las revistas.
Lo que pasa adentro, pasa por lo que pasa afuera y no al revés. Tal vez por eso Venimos de muy lejos (como el resto de los espectáculos del grupo) deba ser mirado con una lupa mas sociológica que teatral.

Desde esta perspectiva, poco importa si la actuación es buena o mala, si desafinan o no, si la coreografía esta noche sale con precisión. Poco importa si el texto colectivo se sostiene.
Desde la otra perspectiva, Venimos de muy lejos es un espectáculo con aciertos actorales y musicales, aunque por momentos se torne algo maniqueo y reduccionista al narrar una historia llena de militares malos en lucha contra un pueblo siempre bueno.
Sus hacedores - un grupo de vecinos de La Boca que un día se juntó en una plaza a hacer teatro para comunicarse y que hoy tiene su propio sala, un centro cultural y hasta una pagina web - dicen las palabras utopía y resistencia cada cinco minutos, seguro están algo enojados con Tevez, llaman a su barrio la República de La Boca.

Tienen una energía envidiable, una pasión que no se consigue ni con todo el oro del mundo. Conservan -aún hoy- algo de genuino, algo de emocionante, algo de sagrado. Y eligieron hacer teatro. Y está bien. Porque el teatro es sagrado.

Porque el teatro es para ellos una pasión xeneize. Un sentimiento que no se puede parar.