La noche antes de los bosques

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Por Fabián D´Amico

Difícil y necesaria experiencia teatral con un excelente trabajo de Mike Amigorena. Durante la hora que dura la representación, historias sin comienzo y sin fin, personajes extraños, situaciones dramáticas sin resolución son compartidas con la platea.

Noche de lluvia, un hombre solo deambula por las calles, encuentra a otro y le pide que lo acompañe. Busca desesperadamente compañía, alguien que lo escuche.

Es así como empieza esta historia, este monólogo donde este personaje misterioso, del cual poco y nada sabemos, comienza un diálogo con alguien al que nunca vemos y podemos llegar a dudar si el protagonista puede hacerlo.

Durante la hora que dura la representación, historias sin comienzo y sin fin, personajes extraños, situaciones dramáticas sin resolución son compartidas con la platea. El protagonista deja expuestos sus sentimientos e ideas de la misma forma que un médico forense los órganos de un cadáver sobre la camilla. Las palabras, que de la boca de éste brotan de manera desordena y casi sin sentido, lo tienen y mucho. Son marcas de esa soledad que lo acompaña desde hace mucho tiempo y que este se encarga de exorcizar a manera de purificación.

Desde el programa de mano, se plantea si el personaje miente, inventa o delira. Poco importa investigar sobre el origen de sus palabras pero si es indudable que son instrumentos que a través de los gritos, las canciones, las poesías, demuestran sentimientos de dolora, oscuros como la noche y que necesitan salir detrás de la densidad de los bosques.

Un texto plagado de metáforas y de imágenes duras escritas por Bernad – Marie Koltes hace más de treinta años y que muestran a pesar de ser ésta su primera obra, huellas personales de la tortuosa vida del autor, un joven francés socialista y homosexual que muere de HIV a los 44 años.

Con este material, Alejandra Ciurlanti realiza una lectura más que personal del texto y lo plasma sobre el escenario en una dirección más embeleza por la fuerza de la acción que la de la palabra. Aprovechando el grado de entrega física de su actor, se engolosina con las posibilidades que éste le brinda, perdiendo en varias ocasiones el eje de atención de la historia que es lo que se pretende decir y no como.

Una puesta en escena donde el minimalismo de la escenografía de Negrín y la plástica iluminación de Eli Serlin salvan otro escollo importante de la pieza que es la sala elegida para la representación, un tanto inadecuado el formato “a la italiana” para un historia que necesita cercanía con el protagonista.

La actuación de Mike Amigorena es plenamente visceral. Plagada de matices y con un adiestramiento físico que haría la envidia de cualquier primer bailarín, Amigorena logra captar la esencia de su criatura, más allá de ciertos excesos físicos que son solo efectos para captar la atención de la platea y que en verdad son innecesarios. Cuerpo, voz y mucho sentimiento entregados a su criatura de manera precisa, logrando una actuación difícil de dejar de mencionar a la hora de ejemplificar la excelencia de un actor.

La noche antes de los bosques, es una experiencia teatral de la cual los espectadores no saldrán de la sala en el mismo estado en el cual ingresaron. Sea por el desagrado que le puede haber provocado ver la obra (en realidad una antiobra teatral si tomamos como canon literario un principio, desarrollo y desenlace) o por la profunda admiración hacia la misma es un acontecimiento que no admite ni medias tintas ni un público pasivo. Excede el telón final y lleva el debate a un café posterior o una intensa búsqueda de material para comprender o al menos echar un manto de luz a la tan desgarradora vivencia que desde el escenario se nos muestra.