Bañarse

Bañarse parte de una idea sencilla: un grupo de amigas se reúne mientras una de ellas agoniza. Comen frutas y cantan, para pasar el tiempo y paliar la tristeza.

Inventan cosas, también, porque hay que hablar de algo para no hablar de la muerte. Pero hay asuntos que se resisten a ser silencio y como todo está ahí, demasiado cerca, en el avance desenfrenado de las historias tejidas en el aire para despistar, lo abismal vuelve a golpear con más fuerza. Y hace que ya no se entienda bien ni quién sufre. Ni más ni menos que cuando alguien se muere.

Enredada en estas voluntades narrativas, la materialidad de la obra se edifica sobre el detalle, la cercanía, lo real. Ésta produce sus propias lógicas y se enfrenta a la fábula para darle más espesura a veces y, por qué no, ponerla en duda otras.

Son éstos, quizás, los principios de construcción dramatúrgica de Bañarse: lo hondo y lo banal que tejen tensiones y miden fuerzas en el espacio. Porque la muerte puede ser también bastante pavota.